Yo no te enseñé a pelear así

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De camino al vestuario, el pasillo se hace interminable. Solo deseo sentarme.  Mi cabeza es un nido de abejas. Apenas consigo oír la voz de mi entrenador.

–Yo no te enseñé a pelear así. ¿Qué crees que estabas haciendo?

[Silencio]

–Hemos hablado de esto una y mil veces. Si sigues así solo conseguirás acabar sonado.
–No te proteges. Te mueves sin sentido o no te mueves. Peleas con el corazón, no con la cabeza.

[Silencio]

–Te dejas machacar y las pocas veces que sacas una mano lo haces con furia pero no aciertas. Ni siquiera eres capaz de verle.
–Yo no te enseñé a pelear así…

[Silencio]
Casi no le oigo. Son muchos años cuidando de mí. Pero hoy casi no le oigo. Veo la decepción en su rostro y encojo el corazón, quizás lo único que soy capaz de mover en estos momentos. Hoy mi vida tiene peor sabor que la sangre que estoy tragando ahora de mis dientes. Ciertamente, él no me enseñó a pelear así.

–Estoy hablando contigo !

Su mano me gira bruscamente la cabeza. No hay nadie más en el vestuario. Solo él y yo. Pero siento miles de miradas gritándome lo mismo.
Sus ojos se clavan en los míos, casi cerrados por los golpes

–No tienes nada que decir…?
–Me he cansado de verte perder así…

[Silencio]

––No valgo para esto… 

[Silencio]

–Sí que vales, pero no consigo que te lo creas …

[Silencio]

––Puede que tengas razón, entrenador . Estoy cansado de equivocarme y hoy solo siento que no quiero volver a pelear…

–Descansa, chico … Hoy no es buen momento para tirar la toalla …

Fotografía y Texto : Montse Castillo

SEX, BOX & ROCK´ROLL


En el amor, y en el boxeo
todo es cuestión de distancia
Si te acercas demasiado me excito
me asusto
me obnubilo     digo tonterías
me echo a temblar
pero si estás lejos
sufro entristezco
me desvelo
y escribo poemas
Fotografia:Montse Castillo / Texto: Cristina Peri Rossi
La Cometa Roja se traslada a: http://lacometarojademontsecastillo.wordpress.com

La soledad del boxeador

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Nadie sabe mejor que un boxeador qué es la soledad. Solo al fin, único escudo de vida contra la topadora que amenaza con hacerlo papilla, quién puede decirle cómo es la noche a la hora de contar parientes ausentes, amigos esquivos, mujeres de humo o cronistas policiales devenidos en pontífices del humanismo.

No es necesario el témpano de un quirófano para hincarle las uñas a la soledad. El boxeador siempre responde al timbre cuando el banquito se esfuma, y ningún paracaidista con o sin micrófono podrá explicarle los sonidos del silencio, esos que él procesa en su interior como un líquido sin gusto mientras piensa en salvar el pellejo, ganar si puede, y conformar a los responsables del ruido, tan cómodos en la tribuna y tan lejos, tan inmensamente lejos de la soledad a secas que habita dentro del ring, a años luz de las butacas de primera fila.

Boxear tiene poco que ver con herir y mucho con ser herido, una de las formas más primitivas de comprobar que estamos vivos, que somos humanos, que se puede elegir el camino del sacrificio extremo, a veces cerca del delirio o de la ofrenda definitiva, a veces – las menos – golpeando las puertas de la gloria.

A pocos les interesa si un boxeador está fuera de peligro o si se repone para seguir luchando contra la pobreza y la marginación. A muchos les gustaría que lo enterrasen mojado con las lágrimas de diez mil cocodrilos con sangre de pato. Pero él ya pasó por ese trance. Porque sabe cómo es eso de sentirse solo.

Fotografía: Montse Castillo / Texto: Enrique Martín

Y si fuéramos inmortales

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Del amanecer de los tiempos venimos. Nos hemos movido silenciosamente a través de los siglos, viviendo muchas vidas secretas hasta completar el número de los elegidos esperando la hora del combate final. La hora ha llegado: sólo puede quedar uno…

Fotografia: Montse Castillo / Texto: “Los Inmortales”

El boxeador que perdió su sombra

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Cada taquilla del vestuario es una celda; cada celda un número carcelario, cinco lumbreras como el cinco de dados y una sombra cautiva; cada sombra una región de la esperanza con su enemigo y señor.
Todas las tardes de seis a nueve se desplegan las sombras. Los chicos del boxeo, olvidado el tajo, llegan al gimnasio; se desnudan y se visten; se quitan las ropas menestrales y se ponen los jirones de entrenamiento. Después se ajustan las sombras: primero como unas monstruosas espuelas silentes que arrastran por el suelo, al fin como una proyección del enemigo, escurridizo y diabólico. Obedecen al gran cómitre:
– Ring de sombras… Hacer sombra… Bailar sombra…
Quince muchachos persiguen a las sombras, que se encogen, se alargan, esquivan, retroceden, avanzan. Las sombras son acorraladas contra las paredes, huyen por el friso, se defienden. A veces desaparecen bajo las plantas de los pies evaporadas por el foco central; a veces se confunden, se ayuntan fugazmente; a veces escapan al rincón asilo, donde la basura y la desidia.
Las sombras de los boxeadores son sombras de callejón sin salida, de cuento infantil que da miedo, de desván con objetos viejos y amputados a los que guardan en duermevela, de parque solitario al atardecer; grotescas sombras devoradoras de pájaros.
– Basta de sombras.
Las sombras desaparecen, se difuminan, se suman a sus enemigos y señores.
– Tiempo… Al saco… Al puching… Hacer guantes… Comba… Ejercicios respiratorios… Flexiones…

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Cuando todo termina vuelven a sus celdas dobladas o hechas un rebujón, con los jirones sudados del entrenamiento, con las guantillas y las vendas y las alpargatas…
Para un solo boxeador, para el que ha perdido su sombra, para el que ha sido más duro con su sombra, dicta el cómitre su orden, el poeta sus versos:
– Ring de viento.

El boxeador que ha perdido su sombra golpea freneticamente el aire, el viento, la tarde, el ocaso, las nubes que se disimulan en los sucios cristales de la sala. Se entrena con su implacable enemigo y señor: la tormenta de sus derechazos, el huracán de su izquierda. Es su propio enemigo, se responde con violencia, se busca camorra.

Acaso sea el único que no sufra la venganza de las sombras, el día, ese día, en que las sombras toman su revancha para siempre.

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Fotografía: Montse Castillo / Texto: Ignacio Aldecoa Neutral corner

Imposible no es nada

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“Imposible” es sólo una palabra que usan los hombres débiles para vivir fácilmente en el mundo que se les dio, sin atreverse a explorar el poder que tienen para cambiarlo.
“Imposible” no es un hecho, es una opinión. “Imposible” no es una declaración, es un reto. “Imposible” es potencial. “Imposible” es Temporal, “Imposible” no es nada
Fotografía: Montse Castillo / Texto: Muhammad Ali

No pain, No gain

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No, sin dolor no hay ganador
Todo cuesta un valor
Por el cual hay que luchar
A pesar de tropezar
De qué importaría ganar
Si fue tan fácil llegar
A la meta y al final qué más habrá

Si, lo sé
A veces hay que ser golpeado para poder crecer
Y alcanzar un poco más de madurez
Porque no habría forma de saber manejar lo que vendrá
Y aunque el dolor en esos tiempos puede ser Tan cruel,
pero Dios no nos dejará permanecer
Allá más tiempo del que podamos soportar.

No quieres pasar dificultad
Pero a veces servirá
Para despertar el don que dentro hay Y salir de la comodidad
Que te aferra a ese lugar
Y  a la meta con firmeza avanzar
Fotografía: Montse Castillo / Texto: Lily Goodman "Sin Dolor"  
Oir canción "Sin Dolor"